la instalación del artista navarro puede visitarse en el horno de la ciudadela
La pieza, construida con 4 toneladas y media de residuos, plantea una reflexión sobre el reciclaje y la reutilización
Reivindicar un lenguaje artístico objetual, a partir de desechos reutilizados, y enf
rentarnos a nuestra propia realidad consumista consistente en comprar para usar y tirar,
es la doble intención que se plantea Iosu Zapata con la instalación que exhibe desde el viernes en el Horno de la Ciudadela.
Un iglú creado expresamente para dicho espacio con cuatro toneladas y media de basura, y pensado para que el espectador lo rodee y, si quiere también, lo experimente más a fondo introduciéndose en él. En este Habitáculo residual levantado con los elementos que nosotros, ciudadanos de la sociedad consumista, desechamos, y que van generando, en palabras de Zapata, «paisajes excrementales en los que la incertidumbre es el factor de desarrollo». El creador navarro, que ya viene trabajando en esta idea «desde mucho antes, desde que inicié la serie artística Acumulaciones», opina que «estamos sometidos a un momento de incertidumbre», y explica que «lo que intenta esta pieza es reflejar cómo tenemos que actuar o accionar estéticamente otro nuevo lenguaje que podría ser el del arte-objeto, pero objeto de desperdicio, de consumo». México está muy presente este planteamiento: «Cuando viajé allí, vi esta idea del arte ritual, donde se empiezan a crear otra vez espacios para la reflexión y el entendimiento a partir del reciclaje y la reutilización». Esta práctica es el pan de cada día en dicho país: «En México, el producto no está destinado a ser basura ni al desperdicio. Allí tienen una cultura de reutilización increíble, hasta el punto de que hay mercados de basuras donde venden cosas totalmente rotas a las que les sacan partido de cualquier manera. Mientras que aquí tenemos esa necesidad de comprar pero para tirar», dice Zapata.
el pueblo inuit Que el Habitáculo residual haya tomado en este caso forma de iglú, tiene mucho que ver con Robert Flaherty, autor del primer documental de la historia del cine, Nanook el esquimal (1922). «Flaherty realizó una visión muy interesante el pueblo esquimal, en la que sorprende la capacidad del pueblo inuit para vivir en unas condiciones habitables muy duras», cuenta Iosu Zapata, quien con su instalación, construida a la manera en que los inuits crean sus iglús, de una manera circular en la que un bloque se va conteniendo en otro, busca «representar esas condiciones durísimas de forma de vida en el tiempo contemporáneo que nos toca vivir ahora, que por un lado se pretende vender como limpio y como cívico, pero donde detrás de toda esa limpieza y orden existe una parte oscura que es la que se va contaminando y va creando ese paisaje excremental». Una realidad que, indica, «se puede ver en el pueblo de Ghana y en muchos otros sitios… El pueblo occidental genera basura y va creando nuevos paisajes de desolación total», sostiene Zapata, quien apuesta por que el arte «intente aportar nuevas ideas estéticas para la convivencia».
El espectador que se aventure a entrar en el iglú, sentirá la condensación de energía que desde el centro de la pieza se transmite hacia sus exteriores, y sobre todo se impresionará al sentirse rodeado de su propia basura. ¿Qué suponen todos los residuos que generamos? ¿Qué sentido y qué destino tienen?, es muy posible que se pregunte. «La basura habla del otro y de nosotros mismos, de comer y de ser comidos, del imperio y de sus fracturas, y de las ansiedades de la civilización», dice Iosu Zapata, quien plantea que «si con 10 días de consumo se generan 4 toneladas y media de basura, como he calculado haciendo este iglú, con un año se podría construir quizá una ciudad como Pamplona llena de basura».
Fuente: Diario de Noticias